2.09.2006

VIVIENDO DENTRO DE UNA PELÍCULA

UNA NOCHE DE AQUELLAS

Las historias y cuentos acerca de los seres humanos, siempre están basadas en hechos que ocurrieron, están sucediendo o pueden suceder, excepto las historias fantásticas o de ciencia-ficción surrealista (Ya que Julio Berne y Leonardo Da’ Vinci probaron que todo puede suceder en este campo).
En una oportunidad vi una película acerca de un individuo cualquiera al que le sucedió de todo en una sola noche (lamentablemente no recuerdo el título). El director trató de transmitir la idea de que nuestra vida es tan inestable y errática, que por azar, pudieran ocurrirnos cosas tan extrañas, que pudieran caer en el terreno de lo inverosímil, pero perfectamente posible. Bueno anoche, ¡comprobé que eso es la más absoluta verdad!.

Comenzaré diciendo que si alguien me hubiera dicho que andaría paseando por mi ciudad a las dos de la madrugada absolutamente vulnerable a cualquier asalto, o peor aún, a ser asesinado por unos mozalbetes, habría dicho que estaba loco.

Durante la tarde de ayer disfrutamos de una tardía visita al balneario que está cerca de donde vivo. Fuimos con mi esposa, mi hija, mi nuera y mis nietos de dos años y tres meses respectivamente. Mi hijo, padre de mis nietos, se encontraba fuera de la ciudad por trabajo. Esa noche invitamos a nuestra nuera a quedarse en casa, ya que los niños (y nosotros) estábamos muy cansados después del paseo. Nos acostamos temprano y nos dormimos de inmediato, como a las nueve de la noche. Y eso estaba absolutamente dentro de lo normal, y hasta aquí no se imaginaría nadie que algo inesperado pudiera suceder. Pero....

El mayorcito de mis nietos despertó como a las doce de la noche con un malestar que lo hacía quejarse mucho. Sin poder determinar qué era, lo paseamos un poco y devolvió su estómago. Algo que comió le había caído mal. Como el malestar no remitía, optamos por llevarlo a un policlínico cercano, como a eso de las una de la madrugada. En el edificio asistencial, le encontraron una acidez aguda y le recomendaron unas gotas para el dolor y una dieta blanda. Pero (y aquí me acordé la película esa, mencionada al principio), en el lugar no había remedios para tratarlo. (Lo que no es raro en estos lugares públicos y gubernamentales). Por ello debí dejar a mi nuera en casa, y luego dirigirme al centro de la ciudad a buscar una farmacia de turno. Como no tengo vehículo, debí abordar un taxi colectivo como a eso de las una treinta de la madrugada.
El taxi solo me llevaba a mi como pasajero. El chofer, muy parlanchín, me dio conversa y me habló de lo peligrosa que se ha puesto la ciudad en la noche. (como para prepararme el ánimo ¿¿??) Me preguntó el motivo de mi ida al centro de la ciudad. Dijo no saber qué farmacia estaba de turno. Le pedí me dejara cerca de una que está por su recorrido. Cuando llegamos, la farmacia en cuestión estaba cerrada. Cuando fui a bajarme, me dijo, en tono preocupado... “¿Y va a pasearse por aquí, a esta hora?”. Me imaginé los titulares del día siguiente: “Hombre mayor asaltado en pleno centro. Apuñalado por no tener dinero”. Lo miré en tono de pregunta. Me dijo “Vea en el portón de la farmacia, cuál de ellas está de turno. Y véngase, lo espero y lo llevaré a otra”. Luego de constatar cuál estaba de turno, el amable señor me llevo en su recorrido, y me dejó muy cerca de la farmacia de turno, sin antes recordarme: “Tenga cuidado”. Me pregunté qué cosas están sucediendo en mi propia ciudad en la noche que no es de mi conocimiento, y que al parecer el taxista conocía muy bien. La media cuadra que recorrí para llegar a la farmacia, me parecieron kilómetros. Las calles estaban casi vacías de gente. Solo uno que otro borracho, algunos recolectores de cartones que hurgueteaban entre las basuras de los locales comerciales. Un matrimonio estaba comprando remedio por la pequeña ventanilla abierta de la farmacia. “Seguramente deben venir en vehículo particular” me dije. Luego, y antes que la dependienta cerrara la ventanilla, me precipité ansioso para que me atendiera. Lo hizo. Mientras le pasaba un billete para pagar el medicamento, no dejaba de mirar de reojo a todos lados. Luego caminé dos cuadras en dirección a una conocida calle donde pasa la locomoción colectiva. De algunos bares abiertos, salían grupos de muchachos y hombres, vociferando y bromeando entre ellos. En ese momento quise hacerme invisible, como en uno de esos cuentos de ficción. Luego de orar en mi interior, esperé unos 10 minutos (¿o fueron 10 horas?) hasta que pasó un colectivo que me trajo de regreso a mi casa. Al dirigirme desde el paradero donde me bajé, hasta mi casa, a unas tres cuadres del lugar, recordé haber leído que algunas personas habían sido asaltadas cerca de sus propios domicilios. Bueno... Llegué sin novedad a mi camita que me estaba esperando acogedora. Mi nuera y mi nieto estaban durmiendo. Les dejé el medicamento a la vista y me dormí. Como a las tres de la madrugada.
La reflexión que saco de todo este asunto, es la misma que el Director aquel, quiso comunicarnos: Que nuestra vida es tan inestable y errática, que por azar, pudieran ocurrirnos cosas tan extrañas, que pudieran caer en el terreno de lo inverosímil, pero perfectamente posible.

...¿No estaremos viviendo dentro de una película de suspenso policial?...

2 comentarios:

  1. Anónimo2:53 p. m.

    Me alegra mucho que no haya trascendido ese episodio. Yo prefiero no salir en la noche. Claro, hay excepciones —como la que te pasó— pero en aras de la prudencia es mejor evitar aquellas salidas.

    ¿Cómo sigue el nene?

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  2. Desgraciadamente la delincuencia nos ataca a todos. Yo fui asaltado en dos ocasiones, ambas en mi adolecencia, cuando la verdad no pensaba mucho las cosas y se me hacia facil regresar caminando a mi casa de noche. Pero bueno, gracias a Jehova no paso nada grave. Aun asi, no hay de otra que ser cuidadosos.

    Saludos

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Gracias por tu comentario. Es muy importante para mi...
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