“FELÍZ AÑO NUEVO — FELÍZ AÑO MENOS”
Hoy (1r0. De Enero) el mundo está de fiesta…
Casi parece una violación de la ley no celebrarlo. La ley del mundo, claro está.
El porqué se ponen tan alegres y eufóricos... nadie lo sabe con certeza, ni ellos mismos. Quizás los sinceros deseos (y algunos no tanto) de que el año nuevo que comienza traiga mejores “aires” y haga desaparecer las penas siempre aumentantes de la vida, ayude a explicar algo de esa euforia a veces desmedida. Realmente, por esa noche, muchos creen que el año que llega cambiará para bien, muchas cosas para ellos y (ojalá dicen) para todo el mundo.
Lo triste es que esos deseos casi nunca se cumplen, por no decir nunca. El nuevo año llega con los mismos problemas de siempre y un poquito más. Además se comienza con las deudas en que se incurrió en las navidades y en los gastos de fin de año. Pero por una noche el “feliz año nuevo” muestra su cara bonita: Fiestas, regalos, alegrías efímeras, buenos deseos, etc. También, por supuesto, muestra la otra cara, especialmente al mismo día siguiente: Amanecidas, falta de sueño, borracheras, accidentes leves y mortales, discusiones, frustraciones, deudas, etc.
Uno se pregunta: ¿Sabrán lo que acaban de celebrar? ¿Se preguntarán qué opinión tiene el Creador, su Creador de ésta y otras fiestas?... No… claro que no. Lo ignoran. Pero eso no les importa a muchos de ellos.
… Ignoran, por ejemplo, de acuerdo con The World Book Encyclopedia:, que el gobernante romano Julio César estableció el 1 de enero como el Día de Año Nuevo en 46 a. de J.C., que los romanos dedicaron este día a Jano, el dios de las entradas, las puertas y los comienzos. Que el mes de enero recibió su nombre en honor del dios Jano, que tenía dos caras... una que miraba hacia adelante y la otra que miraba hacia atrás” (1984, tomo 14, pág. 23) Que este es el dios falso Janoque, según revelan inscripciones antiguas, ya existía en Babilonia en el tercer milenio antes de nuestra era. “En ese momento, el dios Marduk decidía el destino del país para el año siguiente”, dice The World Book Encyclopedia.
Que durante algún tiempo, los romanos, al igual que los Babilonios, también consideraron que el año empezaba en marzo, hasta que, en 46 a.E.C., el emperador Julio César decretó que diera comienzo el 1 de enero, un día ya dedicado a Jano (el dios de los inicios) y que a partir de entonces también sería el primer día del calendario romano.
Es interesante que aunque cambió la fecha, se mantuvo el ambiente carnavalesco. El 1 de enero la gente “se entregaba a excesos desenfrenados —dice la Cyclopedia de McClintock y Strong—, así como a diversas supersticiones paganas”. La verdad, la celebración no ha cambiado nada, o casi nada. ¿Qué piensa el Creador de esta fiesta y de los que la celebran? Los que conocemos a Jehová Dios lo sabemos muy bien. Y los que una vez lo conocieron y lo han dejado, hacen bien en meditarlo. “Dejen de tocar la cosa inmunda” dice nuestro Dios. Suficiente para nosotros... ¿No lo cree?
Pero el año que viene no trae solo malos augurios en lo terrenal y mundano. También trae cosas buenas: Nos ha acercado un año más al fin de este corrupto sistema de cosas. Y eso es bueno… muy bueno. También trae una nueva oportunidad de ajustar nuestra vida a los justos principios de Dios. No la desechemos.
En ese sentido, el fin de un año más nos alegra… por eso…
“¡Feliz año menos!”
Hoy (1r0. De Enero) el mundo está de fiesta…
Casi parece una violación de la ley no celebrarlo. La ley del mundo, claro está.
La gente anda con una sonrisa en los labios, y se saludan unos a otros. Los Supermercados están abarrotados de gente en las filas de los mostradores donde se expende la carne. Lo mismo sucede con los expendios de bebidas alcohólicas. Carros llenos de cervezas, vinos y licores, carne para los asados y víveres para la “cena de año nuevo”. Nada es suficiente en los preparativos de la fiesta del año. Los familiares corren casi angustiados para llegar justo para la medianoche y estar junto a los suyos en el momento “sagrado” cuando el año anterior da paso al nuevo.
El sagrado ritual de la cuenta regresiva es el preámbulo de la euforia colectiva y catarsis que los hará olvidar (por esa noche) sus penas, angustias y tristezas. 10… 9… 8… 7… 6… 5… 4… 3… 2… 1… ¡¡Feliiiizzz año nueeeevooooo!! Risas, gritos, juegos de artificios, petardos y bailes colectivos estallan por todas partes y en todos los hogares de la gente… bueno… en casi todos.
El porqué se ponen tan alegres y eufóricos... nadie lo sabe con certeza, ni ellos mismos. Quizás los sinceros deseos (y algunos no tanto) de que el año nuevo que comienza traiga mejores “aires” y haga desaparecer las penas siempre aumentantes de la vida, ayude a explicar algo de esa euforia a veces desmedida. Realmente, por esa noche, muchos creen que el año que llega cambiará para bien, muchas cosas para ellos y (ojalá dicen) para todo el mundo.
Lo triste es que esos deseos casi nunca se cumplen, por no decir nunca. El nuevo año llega con los mismos problemas de siempre y un poquito más. Además se comienza con las deudas en que se incurrió en las navidades y en los gastos de fin de año. Pero por una noche el “feliz año nuevo” muestra su cara bonita: Fiestas, regalos, alegrías efímeras, buenos deseos, etc. También, por supuesto, muestra la otra cara, especialmente al mismo día siguiente: Amanecidas, falta de sueño, borracheras, accidentes leves y mortales, discusiones, frustraciones, deudas, etc.
Uno se pregunta: ¿Sabrán lo que acaban de celebrar? ¿Se preguntarán qué opinión tiene el Creador, su Creador de ésta y otras fiestas?... No… claro que no. Lo ignoran. Pero eso no les importa a muchos de ellos.
… Ignoran, por ejemplo, de acuerdo con The World Book Encyclopedia:, que el gobernante romano Julio César estableció el 1 de enero como el Día de Año Nuevo en 46 a. de J.C., que los romanos dedicaron este día a Jano, el dios de las entradas, las puertas y los comienzos. Que el mes de enero recibió su nombre en honor del dios Jano, que tenía dos caras... una que miraba hacia adelante y la otra que miraba hacia atrás” (1984, tomo 14, pág. 23) Que este es el dios falso Janoque, según revelan inscripciones antiguas, ya existía en Babilonia en el tercer milenio antes de nuestra era. “En ese momento, el dios Marduk decidía el destino del país para el año siguiente”, dice The World Book Encyclopedia.
Que durante algún tiempo, los romanos, al igual que los Babilonios, también consideraron que el año empezaba en marzo, hasta que, en 46 a.E.C., el emperador Julio César decretó que diera comienzo el 1 de enero, un día ya dedicado a Jano (el dios de los inicios) y que a partir de entonces también sería el primer día del calendario romano.
Es interesante que aunque cambió la fecha, se mantuvo el ambiente carnavalesco. El 1 de enero la gente “se entregaba a excesos desenfrenados —dice la Cyclopedia de McClintock y Strong—, así como a diversas supersticiones paganas”. La verdad, la celebración no ha cambiado nada, o casi nada. ¿Qué piensa el Creador de esta fiesta y de los que la celebran? Los que conocemos a Jehová Dios lo sabemos muy bien. Y los que una vez lo conocieron y lo han dejado, hacen bien en meditarlo. “Dejen de tocar la cosa inmunda” dice nuestro Dios. Suficiente para nosotros... ¿No lo cree?
Pero el año que viene no trae solo malos augurios en lo terrenal y mundano. También trae cosas buenas: Nos ha acercado un año más al fin de este corrupto sistema de cosas. Y eso es bueno… muy bueno. También trae una nueva oportunidad de ajustar nuestra vida a los justos principios de Dios. No la desechemos.
En ese sentido, el fin de un año más nos alegra… por eso…
“¡Feliz año menos!”
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