11.18.2010

¡YA... BASTA DE SEXO!


           Una de las mayores indignidades de Satanás, es haber transformado algo tan sublime y puro, como las relaciones íntimas dentro del matrimonio, establecidas y otorgadas por el Creador, en objeto de abuso, mal uso y degradación sin límites. El mundo siempre ha abusado del sexo, a través de toda su historia. Pero hoy, su práctica degradada ha rebasado todo los límites  conocidos. Y es una de las armas más efectivas que tiene el Inicuo para degradar al hombre,  en especial para hacer que los siervos de Jehová sucumban ante él y  así se aparten de Jehová Dios y encuentren la muerte espiritual y literal. Si durante el Imperio Romano de los césares, el mundo llegó a estar “enloquecido por el sexo” como atestiguan los historiadores, hoy lo han hecho su objeto de adoración… su dios.
          De tanto en tanto el alma se rebela y da un alarido de protesta. ¿Pero quién prestará atención? Pareciera que nadie está ocupado en nada más que en resaltar el sexo…. Es decir, la práctica del sexo,… lícito ó ilícito… da igual. Se le enarbola como una bandera de lucha, de derechos inalienables y ha pasado a ser la cosa más importante del mundo. ¿Exageración?  Bueno de eso se acusa a los que de cuando en cuando elevan sus voces para protestar.  Pero lo cierto es que el sexo (mal utilizado) se ha apoderado de todo; del cine, la televisión, los libros, la música, la propaganda, los negocios,  y todo aquello que permita poner a su lado, como gancho de venta, un cuerpo desnudo o insinuante de una mujer (y a veces hasta homosexuales y varones musculosos)
        Resulta casi gracioso que cuando los periodistas, escritores y cineastas, recuerdan la ”época del amor libre” allá por la década del 70, y la señalan como un tiempo sin restricciones… pero ¿Y ahora? ¿Y en la actualidad?. Si hasta los hippies desaliñados de esos años, parecen señoritos de sociedad frente al libertinaje (por que eso es lo que es), al cual ya nos estamos acostumbrando muy a pesar nuestro.  Desde que nos levantamos en la mañana, hasta que nos recogemos al descanso en la noche, somos bombardeados de sexo, sin misericordia. Lo encontramos en la música del colectivo que nos lleva al trabajo, en casi cualquier emisora de radio, en las revistas que se exhiben en los kioscos de las esquinas, en las conversaciones de los compañeros de oficina o trabajo, en el periódico de la mañana, en el calendario, en el noticiero de TV, en el cine, el Internet, en la forma provocativa de vestir de cáda vez más personas… ¿sigo?... no hace falta ¿verdad?. Se nos mete el sexo por las narices, los oídos, los ojos y sin contemplación.
A veces  me consuelo con la idea de que en el futuro ya no hará falta, cuando la tierra “se llene”, pues si no, se rebalsaría de humanos y no fue ese el mandato de Dios a Adán, si no: llénenla y sojúzguenla. Pero sin entrar en tema polémico, el mal uso que se da al sexo, muy pronto terminará.  Lo peligroso para los siervos de Jehová, es que una vez que ya no esté aquí, seguirá siendo un motivo latente para “mirar atrás”, como la esposa de Lot.  De allí la importancia de limpiar y proteger el corazón figurativo, que es la fuente de nuestras motivaciones y deseos.  Y….  ¿cómo está el suyo?...

11.07.2010

Si tan solo lo hubiera hecho de manera diferente


Existe en nuestras vidas muchas ocasiones en las que, amargamente, nos recriminamos por no haber hecho algo de manera distinta. Nos culpamos por los resultados adversos obtenidos de cierta decisión tomada: “Si lo hubiera hecho de manera distinta, esto no hubiera ocurrido”, “Por culpa mía pasó esto, por esa mala decisión que tomé”, “Si no hubiera abierto la boca... cómo iba a adivinar..:” etc, etc.

A veces ese sentimiento de culpa nos atormenta por el resto de nuestra vida, si lo que dijimos, hicimos o no hicimos en su momento, causó una tragedia a otros o a nosotros mismos. ¿Pero es justo que nos culpemos siempre? ¿Pudiera ser que muchas veces, en realidad no sea nuestra responsabilidad directa?.

Muchos discuten esta posición, pues aseguran que aunque haya sido sin intención lo que causamos, el caso es que causamos el daño, y finalmente somos culpables, y por lo tanto, merecedores de cargar con el calvario. Aunque es verdad que muchas veces pudiéramos ser culpables de esta manera, debido a negligencia, falta de atención al peligro, falta de consideración hacia los demás; no siempre es así.  Considere:

Si usted hubiera sabido de antemano, los resultados adversos de algún acto suyo...¿lo habría efectuado? Obviamente que no ¿verdad? Eso pone el acento en el hecho de que como seres humanos imperfectos, no es materialmente IMPOSIBLE conocer el futuro inmediato de nuestras decisiones. Podemos prever, pero no adivinar.

Visto el asunto así, podemos llegar a la siguiente conclusión: Cuando no actuamos por negligencia, ni por falta de bondad al tomar alguna decisión, e incluso, actuamos con las mejores intenciones y el resultado final de lo que decidimos es adverso... NO es nuestra culpa. Puede ser nuestra responsabilidad, pero de absoluta inocencia. Es como cuando se tipifica en le ley, “inocente de culpabilidad y alevosía”. “daño involuntario y exento de responsabilidad penal”.

Las decisiones son buenas o malas, no por el resultado final de ellas, si no por las circunstancias y el conocimiento que la persona tenía o disponía en el momento de tomar la decisión. En otras palabras, no somos responsable por lo que el suceso imprevisto, o el cambio repentino de las circunstancia causen, o cómo afecten éstos a las decisiones que hemos tomado. La decisión fue bien tomada en el momento en que fue tomada. Lo demás carguémoselo a la casualidad o a la fatalidad, al suceso imprevisto, o a lo que usted quiera, pero no a sus sufridas espaldas... ¡Por favor!. No seamos jueces inmisericordiosos con nosotros mismos. Es lo que yo he deducido... ¿Y usted?